En los primeros siglos del Medievo, el trabajo, la oración y la guerra definían la organización social. Los laboratores, con su trabajo proporcionaban los medios de subsistencia; los oratores, intercedían ante Dios; y los bellatores, protegían las ciudades y defienden las tierras de los invasores. En esta estructura social, el religioso era una figura indispensable, ya que tenía el monopolio sobre el rezo comunitario y se constituía en el vehículo a través del cual los laicos podían asegurarse la salvación.
En cambio, en el siglo IX, la iglesia empezó un proceso de decadencia debido a sus excesos y abusos: donaciones de tierras a los monasterios por los señores feudales para ganarse el cielo, compraventa de cargos espirituales, incumplimiento del celibato,… Por tanto, la Iglesia sufría un descrédito considerable. Carlomagno, rey franco y primer emperador de occidente, intentó en el siglo VIII frenar esta tendencia sometiendo a todos los monasterios a un mismo reglamento, el de san Benito. Tras Carlomagno, su hijo Luis el Piadoso recogió su testigo. Deseaba resucitar el espíritu benedictino e imponerlo como norma de obligado cumplimiento. No consiguió su objetivo.
La Orden de san Benito fue fundada por Benito de Nursia, que sigue la regla dictada por éste a principios del siglo VI para la abadía de Montecasino. Benito de Nursia es considerado Patrón de Europa ya que, contribuyó a la evangelización cristiana de Europa.
Es en el siglo X cuando la reforma se alzó con mayor determinación, para luchar contra la depravación y el desgaste espiritual de la Iglesia. Cluny fue fundada en 910 gracias a la cesión, por parte de Guillermo I de Aquitania, de las fértiles tierras del valle del Grosne, en la Borgoña francesa. La cesión se acompañaba de algo muy importante: el privilegio de exención, que establecía la independencia de la abadía respecto a los poderes feudales locales. Cluny estaba sometida únicamente a la autoridad papal y, dada la lejanía de ésta, en la práctica disfrutaba de total autonomía. Con la firme decisión de resucitar la tradición benedictina lejos de la sociedad civil, la orden de Cluny se convirtió en poco tiempo en epicentro de religiosidad y devoción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario